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Estas Variaciones

Fecha

2021

Hemos oído decir mil veces, diez mil veces, que el mapa no es el territorio. Sin embargo, a pesar de esta advertencia, perseveramos en nuestra confusión y seguimos trocando la representación por la realidad, especialmente hoy en día cuando vivimos en un mundo saturado de imágenes. Se trata de una tendencia inherente al homo sapiens debido a que es un animal que ha evolucionado en el lenguaje: su modo de ser (y de sobrevivir) en el mundo está determinado por la transformación simbólica de la experiencia, es decir, por el uso de signos que median su relación con la realidad. Al identificar el mundo construido por su sistema de representación (el para sí) con el mundo tal y como es (el en sí), el ser humano asegura su existencia: clasifica, ordena y comunica ese mundo-como-representación. Es decir, conoce y controla su hábitat. En consecuencia, tiene una vida estable y predecible, segura y tranquila. Sin embargo, esta ganancia implica, inevitablemente, una pérdida: las dimensiones de la existencia que no encajan en su orden hegemónico de representación quedan mudas, olvidadas e incluso reprimidas en las profundidades subrepresentadas de su realidad. Pero el hecho de que estas no sean actualmente simbolizables no significa que sean inexistentes e impensable, ni que dejen de tener efectos concretos en nuestro aparentemente armonioso orden de palabras y de objetos. La imagen y la idea, lo sabemos secretamente, no son la cosa.

Por lo tanto, debajo de nuestros mapas existen (insisten diría Gilles Deleuze) territorios salvajes, desiertos, páramos, que rugen todo el tiempo, incluso cuando no los oímos. Terrenos más vastos, más ricos, más intensos, más complejos, más maravillosos, más peligrosos, más enigmáticos, más conmovedores de lo que cualquier cartógrafo podría imaginar. Así, aunque dibujemos mil mapas diferentes –¡diez mil mapas!– tratando de captar todos los detalles y aspectos de nuestra existencia, nunca lograremos una identificación total entre la realidad y nuestra representación. Solo en la imaginación de Jorge Luis Borges sería posible tener un mapa hecho a la misma escala del imperio que representa. Por lo tanto, es necesario aceptar como principio epistemológico, pero principalmente político, el carácter reductor e, ineludiblemente, ilusorio de los mapas. Pero esta observación no expresa un defecto inherente a los sistemas de representación, sino que simplemente nos muestra su naturaleza y su modus operandi. El error está, más bien, en nosotros. Es decir, en los individuos y en los grupos que, movidos por un deseo de verdad y certeza, de seguridad y poder, ocultan el carácter provisional y funcional de cualquier representación y ven en ellas la copia fiel y autentica de un supuesto mundo objetivo. La consecuencia más importante de esta suerte de idolatría es que tendemos a naturalizar, normalizar y moralizar una representación particular de la realidad. La imagen y la idea, siempre lo olvidamos, no son la cosa.

El origen de Estas variaciones se remite a un viaje familiar realizado por García en el año 2017. En dicho roadtrip la artista se negó a asumir su rol de homo photographicus –el ser representacional por excelencia– y no quiso tener la responsabilidad de construir la carta visual del territorio recorrido. Sin embargo, no abandonó completamente dicha tarea: les cedió a sus hijos la misión de registrar, con simples cámaras descartables, la experiencia vivida durante las semanas que duró la travesía. El material que arrojó dicha estrategia representacional fue retomado por García quien, recorriendo los pasos andados por sus hijos, convirtió sus imágenes en un fotolibro titulado 28 días.

Hoy, algunos años después, García retorna sobre dicho viaje, sobre su memoria, sus archivos y sus imágenes, para proponernos, a partir de este encuentro con lo ya-vivido, con lo ya-mirado y con lo ya-representado, una reflexión plástica sobre el carácter relativo y perspectivista de las distintas estrategias que utilizamos (religiosas, políticas, tecnológicas, artísticas, etc.) para fijar el movimiento de la vida en un sistema de signos (visual, numérico, lingüístico, gestual, etc.).

En tal sentido, en la exposición Estas variaciones, García presenta un conjunto de piezas que exploran, a través de gestos estéticos sutiles y de figuras próximas a la abstracción –tanto geométrica como orgánica– diversas modalidades de convertir una experiencia vivida en imagen. La muestra ensaya, así, distintas posibilidades en las que es factible darle forma a una fuerza. García ha decidido optar por estas ocho variaciones, pero muy bien han podido ser otras. De esta manera, recurriendo a protocolos conceptuales (en piezas como “Variaciones cartográficas” y “Estar situado”) y a figuras alegóricas (en piezas como “No enraizamiento”, “Frontera relativa” y “sedimentación”), la artista construye un agenciamiento en el que cada pieza guarda un sentido autónomo, pero que opera, al mismo tiempo, como un dispositivo estético complejo que invita al espectador a perderse –derivar y, por qué no, delirar– en los meandros de la representación.

Las estrategias creativas utilizadas en la exposición muestran una equilibrada alianza entre sus dimensiones poéticas y conceptuales. Por un lado, la propuesta formal, casi minimalista, apuesta por la sobriedad: dominada por el blanco, el negro y los grises; por los puntos, las líneas, los planos y las formas geométricas; pero también por ciertas figuras orgánicas y minerales. Sin embargo, observando con más detenimiento cada pieza, descubrimos que los títulos asignados por la artista no son simples denominaciones arbitrarias para nombrar las obras, sino que constituyen pistas semánticas que nos invitan ya no solo a mirar sino también a pensar las diversas formas de la representación que ellas encarnan. En tal sentido, el breve recorrido que conforma la exposición –iniciado con una pieza sonora que opera como elemento articulador– no solo establece sugerentes convergencias visuales entre las obras presentadas por la artista (conformando así una Imagen abarcadora), sino que propone también una constitución progresiva de sus determinaciones conceptuales (conformando así una Idea integradora).

Las obras que se presentan en esta muestra exponen, entonces, variaciones simbólicas e imaginaria sobre una misma experiencia vital. Por ello, estas piezas son un intento de mostrar que todo acto de representación es, al mismo tiempo, arbitrario y necesario. Arbitrario, pues depende de un punto de vista y de una posición de poder concretos; necesario, pues sin él no podríamos otorgarle orden, sentido, valor y dirección a nuestra existencia.

© 2024 por Mafe García.

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